viernes, 19 de agosto de 2016

Elias Canetti en Viena h.1927





Elias Canetti (1905-1994) narra en La antorcha al oído, -segundo tomo de sus memorias- las experiencias   que vivió entre 1921 y 1931 en la prodigiosa Viena de entreguerras. Y  recuerda cómo  en el Retablo de Isenheim de Matthias Grünewald vio reflejado  "el horror que los seres humanos suelen atribuirse unos a otros"  
La desesperación, la crispación , la irracionalidad de lo siniestro y de la irradiación mística de las pinturas eran  recuerdo y sombrío presagio, mientras el nazismo se convertía en amenaza inminente. En 1927 tras visitar el museo Unterlinden de Colmar llenó con reproducciones del Retablo su habitación vienesa y en la atmósfera galvanizada por esas imágenes escribiría Auto de Fe 
Colmar, la ciudad francesa, fronteriza y disputada, que sería alemana entre 1871 y 1918 -tras la derrota francesa en la Guerra Franco Prusiana hasta la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. Y volverá a serlo entre 1940-45, bajo la ocupación de Francia por la Alemania nazi hasta la derrota del nazismo al final de la guerra. 

  
"En Colmar me pasé el día entero ante el Retablo; ignoro a qué hora llegué y a qué hora me fui. Cuando el museo cerró deseé ser invisible para quedarme en él toda la noche. Contemplé el cuerpo de Cristo sin sentimiento de pesar, el aterrador estado de aquel cuerpo me pareció verdadero, y a la luz de esas verdad tomé conciencia de lo que me había desconcertado en las crucifixiones: su belleza, su glorificación. Esta última era más bien propia del concierto angélico, no de la cruz. Aquello que en la realidad nos hubiera hecho retroceder aterrados aún era perceptible en la pintura: una reminiscencia del horror que los seres humanos suelen atribuirse unos a otros. Por entonces -primavera de 1927- la guerra y la muerte por el gas estaban aún lo suficientemente cerca como para resaltar la veracidad de esta pintura. Acaso la tarea más indispensable del arte se haya olvidado con demasiada frecuencia: no la catarsis ni el consuelo, ni un disponer de todo como si las cosas acabaran bien, pues no acaban bien. Pestes, pústulas, tortura, espanto -y en vez de la peste, ya superada- inventamos monstruosidades peores.¿Qué puede importar aún el consuelo de las ilusiones frente a esta verdad, siempre idéntica sí misma y eternamente presente? Todo el horror que nos amenaza está prefigurado allí. El dedo de San Juan, desmesurado, apunta a él: así es, así volverá a ser. ¿Y qué significa el Cordero en este paisaje? ¿Era el cordero ese hombre que se pudre en la cruz? [...]Me instalé, pues con mis reproducciones de la Sixtina, pero sin olvidar mi verdadero proyecto: buscar fotograbados del Retablo de Isenheim -con todos los detalles que pudiera conseguir-, y fijarlos a las paredes. Tardé mucho en encontrar lo que buscaba. En aquel cuarto viví seis años, y no bien tuve alrededor las reproducciones de Grünewald, escribí Auto de Fe." Elias Canetti
                          
                           


          Matthias Grünewald, Retablo de Isenheim,h.1516, óleo sobre tabla,7,70 x 5,90.Colmar.                                                                                                    
La monumental obra  fue un encargo para el hospital del Monasterio de los Antonianos de Isenheim, próximo a Colmar. Es un  artefacto  de casi 8 por 6 m, abierto-  y  con una estructura poco usual : tres polípticos superpuestos- que al abrirse sucesivamente  van  ofreciendo tres visiones sucesivas. : 
I.- La Crucifixión y en las tablas laterales a la izda. San Antonio el patrono y a la dcha. San Sebastián ( un posible autorretrato) y en la predella  Lamento por la muerte de Cristo. 
II.-.Anunciación, Concierto de los Ángeles,Natividad, y dcha,Resurrección 
III. Parte central y predela de escultura original de Nicolas de Haguenau. En las tablas laterales Las tentaciones de San Antonio y Encuentro de los Santos ermitaños Antonio y Pablo.
Sobre el pintor Matthias Grünewald (h.1470-1528) hay pocos datos de su vida pero fue contemporáneo de los  grandes pintores del Renacimiento alemán: Durero,  Cranach, Altdofer, Holbein... que representan una edad de oro de la pintura alemana. Vivió en  la sociedad desgarrada por sangrientos conflictos políticos, religiosos y sociales que  discutía la autoridad del Emperador (primero Maximiliano de Austria y a partir de 1519 Carlos V), el poder de Roma (gobernado por el papa León X, un Medici culto y mundano)  y  la estructura social. A las pestes, enfermedades, guerras, carestías...se añadían  las ambiciones de los príncipes de los estados alemanes,los interesas del Emperador, las luchas sociales en el mundo campesino y las disputas religiosas entre reformadores y católicos. El mismo Grünewald partidario de la reforma luterana e implicado en las luchas campesinas tuvo que huir para salvar la vida a Halle donde moriría en 1528.De alguna manera visible este dramático contexto vital, interiorizado por Grünewald, aflora en la obra y es lo que detiene y enmudece cuando se está frente a ella.
El retablo  es una  obra maestra absoluta. Matthias Grünewald muestra un vigoroso pensamiento plástico creador de formas originales en inquietantes composiciones y desconcertantes escalas. Es además un  mago del color capaz de transmutar   la materia opaca en energía luminosa y conseguir del óleo  colores incandescentes. Trágico  y lírico arrebatado, místico, luminoso y siniestro, con un patetismo  que deforma sin límite y se proyecta como una sacudida física  sobre el espectador.Lleva a su límite la tendencia expresionista  que es una constante latente   en el arte alemán desde la Edad Media y el desasosiego de una sociedad en radical conflicto y finalmente rota. Y lo contrasta con el lirismo también extremado y la sutileza del ángel músico que toca la vihuela envuelto en luz.Representa un Cristo sufriente, crispado y tumefacto  y un Lucifer verosímil que como ángel caído ha oscurecido su belleza original pero aún la conserva.En las Tentaciones de San Antonio pulula un mundo irracional y simbólico que puede relacionarse con  lo freudiano y el psicoanálisis tan activo en la Viena de Canetti  y que, formalmente, sigue el camino marcado por  un  contemporáneo de otra tradición , El Bosco, que muere ese año de 1516. 

                                                   El historiador Victor Beyer resume  el carácter de este artista sin antecedentes ni discípulos:  
"La violencia salvaje de su expresión y de su escritura, la explosión a veces inorgánica de sus formas, la magia de su luz y de su paleta, diluidas en la radiación mística,o, por el contrario, como envenenadas  de desesperanza glauca, el empaque espiritual tan particular de sus rasgos, establecen una personalidad fuera de lo común, e incluso fuera de toda tradición bien definida."
                         

La fascinación de Canetti por esta obra singular contagia y algunos de sus lectores visitarán el museo de Colmar, en la primera ocasión, tal vez muchos años después de haber leído las memorias. Y al  salir del museo y encontrarse de bruces con un día radiante de julio  se sentirán aturdidos de  irrealidad y extrañeza. Como si  volvieran de  muy lejos.
En las memorias  de Victor Klemperer, Quiero dar testimonio hasta el final, Diarios 1933-1941, el "músico degenerado" Paul Hindenmith,es una de las personas acosadas hasta el límite por los nazis en el Dresde anterior a la destrucción. En esos tiempos de angustia y peligro inminente  Hindesmith compone Matias el pintor sobre  la obra de Mathias Grünewald.


Elías CanettiLa antorcha al oído, Alianza/ Muchnik