jueves, 8 de mayo de 2008

VELÁZQUEZ "La fragua de Vulcano" con GRECO al fondo.


Si alguien  entrara en el Museo del Prado y se detuviera ante La Fragua de Vulcano de Velázquez, y recorriera con la mirada, detenidamente, el lienzo de características barrocas , le llamaría la atención una disonancia: un trozo de pintura que no pertenece a ese estilo y que un pintor tan sosegado y reflexivo como Velázquez tuvo que elegir de forma  consciente: la túnica de Apolo,el dios situado a la izquierda frente al grupo de herreros que dirige Vulcano.

                        I.-La Fragua de Vulcano. Velázquez. 1630. Museo Prado. (ampliar)

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                                            II.-El Expolio. El Greco. 1577 Catedral Toledo.

I.- La Fragua de Vulcano.
                       El dios Apolo irrumpe en la fragua.


Velázquez  pintó el cuadro en su primer viaje a Italia y se aprecia en él un nuevo dominio del desnudo por  influencia de los pintores italianos, sobre todo de Guido Reni. Su naturalismo es menos duro que en cuadros anteriores, los desnudos se muestran  vivos, palpitantes, y la suavidad de la perspectiva aérea -en un interior-  difumina  las formas con penumbras  imperceptibles...  Y en medio de tantos matices...  sorprende la textura de la túnica casi metálica de Apolo.
La túnica de Apolo.
Si se  compara el vestido del dios con el resto de las vestiduras de Vulcano o los operarios  sorprende  su acentuado antinaturalismo: despegada del cuerpo, formando una estructura propia de un   material rígido, como de papel arrugado de luminoso anaranjado que se separa del cuerpo adolescente del dios y queda unida visualmente, al hierro incandescente que otro dios Vulcano/Hefestos, manipula sobre el yunque.
La túnica de Apolo pertenece a otra época. Es artificiosa,antinaturalista y por tanto antibarroca; con esa sofisticación rebuscada y refinada propia del Manierismo y se llega a pensar si se podría tomar como  homenaje del sevillano al cretense.
El Greco había muerto en 1614 cuando Velázquez tenía quince años y vivía aún a la manera gremial, en casa de su maestro, y futuro suegro, Pacheco. El buen Pacheco, -el mejor marchante que Velázquez hubiera podido encontrar nunca, pero como pintor, mediocre y seco- que a la vuelta de un viaje de Madrid se había detenido en Toledo para conocer al Greco y llegó a Sevilla  escandalizado diciendo que el cretense no sabía pintar y fingía "valentía" con burdos manchones y atrevidas pinceladas sin sentido.
Al acartonado Pacheco la riqueza de  empastes de color y la suntuosidad y libertad de las formas del Greco le parecieron pura herejía. Pero Velázquez no era Pacheco y aunque al Greco le conocería más tarde, a través de sus obras del el Escorial y Toledo, tuvo que reconocer en él a un descendiente por libre de la pintura veneciana que él admiraba en Tiziano sobre todo. Y tal vez se reconoció en él; aunque sus estilos fueran tan diferentes como sus temperamentos, su formación y sus épocas. Eran dos amantes de la pintura-pintura, del predominio constructivo del color sobre el dibujo.El Greco nunca olvidó, incluso llevó al límite, la lección veneciana de sus años de formación. Se puede pensar que Velázquez le rinde un homenaje a través de esa túnica naranja, del mismo "tejido" que la túnica roja de Cristo en El Expolio de El Greco.

El cuadro y Apolo.


En la pintura  Apolo/Febo, sol y dios de las artes , como simbolizan la corona de laurel que ciñe su cabeza y el resplandor que la rodea, irrumpe en  la fragua (donde Vulcano está fabricando una armadura para Marte/ Ares) en función de cotilla olímpico a contarle a Vulcano/Hefestos, el dios herrero y cojo, que su esposa Venus/Afrodita, mantiene una historia con Marte/Ares. Puede ser un rasgo de humor de Velázquez como representa a los obreros totalmente entregados al mensaje, pero también pueden ser un reflejo de cómo se recibirían esas noticias en una sociedad bastante analfabeta, y pacata como la española de entonces y mucho después.

Los temas mitológicos en la España de la ortodoxia no eran muy frecuentes y si se trataban se les restaba cualquier atisbo de sacralidad, por si acaso, no fuera a molestarse la Inquisición.
Hasta en los pequeños detalles se percibe cuánto sabe Velázquez de la naturaleza de la visión y del color: la sandalia de Apolo ,ya lo avisaba Alfonso Pérez Sánchez, es una pincelada del mismo verde azulado de la corona de laurel que lleva el dios y esa nimiedad llena de sabiduría crea una complicidad armónica que envuelve la figura.

II.- El Expolio, del Greco.
El Greco es todavía un pintor Manierista, anticlásico.  Sólo así se le puede entender la singularidad de su estilo y comprender qué buscaba representar y qué pretendía con su pintura.
El Manierismo es el movimiento artístico situado entre el Renacimiento y el Barroco. Es un periodo muy intelectualizado, sofisticado y elitista, desde un punto de vista cultural. Anticlásico, como el cuadro de El Expolio, en el tratamiento de las figuras (no buscan la armonía en la proporción, ni en la mímesis),en el espacio (no es coherente y racional, aquí le vemos atiborrado, agobiante, impracticable),en  el color (se separa de la naturaleza) en las texturas también antinaturalistas. El rombo alargado que forma la túnica roja de Cristo, pertenece al material metálico de la misma familia que la túnica de Apolo de La Fragua. El Greco -que llegó a España atraído por las posibilidades que representaba la construcción del Escorial y que permanecería en Toledo la mitad de su vida y hasta su muerte- , perdido en la meseta castellana muestra en la túnica un recuerdo de color, ya transformado, de su admirada Venecia.Que Velázquez pintara así la túnica de Apolo, sólo se puede entender como un homenaje de admiración  a El Greco...




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