sábado, 22 de diciembre de 2018

Joseph BRODSKY Navidad de 1965 y de 1995



Durante los últimos veinte años de su vida Joseph_Brodsky escribió poemas para la  Navidad. En 1965 en uno de los primeros de la serie, el poeta que tenía 25 años y vivía precariamente y marginado en la Unión Soviética, se sintió ya demasiado viejo para  creer en milagros...Pero entre  1972  y 1987 se produjeron unos cuantos milagros  en su vida... 
Sus poemas   sirven cada año para celebrar estas fechas y  renovar la admiración y gratitud  al poeta ruso que supo como pocos trasmitir el hondo sentido de la poesía en sus ensayos  y contagiar la admiración por la misma con  sus versos. 
En 1995, un año antes de morir, escribió el último poema  de Navidad, una segunda versión de  Huida a Egipto.




UNO DE ENERO DE 1965

Los Reyes Magos olvidarán tu dirección.
No habrá estrellas sobre tu cabeza.
Acaso sólo el ronco bramido del viento
entiendas como en otros tiempos.
A tus hombros cansados les quitarás la sombra,
cuando apagues la vela antes de acostarte,
pues el calendario nos promete
más días que velas.

¿Qué es esto? ¿Tristeza? Tal vez sea tristeza.
Una canción que te sabes de memoria.
Que se repite. Pues que se repita.
Que se repita desde ahora.
Que suene también a la hora de la muerte,
como gratitud de labios y ojos,
hacia lo que, a veces, nos obliga
a perder la mirada en la lejanía.

Y mirando en silencio al techo,
porque el calcetín, claro, está vacío,
comprenderás que la avaricia sólo es garantía
de que eres demasiado viejo.
De que ya es tarde para creer en milagros.
Y alzando tu mirada al cielo,
sentirás de repente que tú mismo
eres un regalo sincero. Enero de 1965





HUIDA A EGIPTO

En una cueva (¡al menos un hogar
más seguro que la suma de ángulos rectos!),
en una cueva los tres, a salvo del frío,
a heno y harapos olía.

El heno hacía de cama.Fuera,
la nevisca molía la arena.
Y, recordándolo, en sueños,
el buey y la mula daban vueltas.

María oraba; crepitaba la hoguera.
José miraba la llama sombrío.
El niño, aún demasiado pequeño
para hacer otra cosa dormía.

Pasó otro día, con sus temores,
sus miedos; con el "ajajá" de Herodes,
que mandó sus tropas para perseguirlos;
y un día menos para alcanzar los siglos.

¡Qué tranquilos aquella noche los tres!
El humo se precipitaba, para no molestarles,
hacia la puerta. Y sólo el buey (tal vez la mula),
dormido, lanzó un suspiro profundo.

A través del umbral los miraba la estrella.
Era el niño el único entre ellos
que sabía lo que significaba
su mirada, pero él, callaba. 

                                                                                             Diciembre de 1995





Joseph Brodsky, Poemas de Navidad, Visor,2006

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