Sobre Bernard Malamud (Nueva York , 1914-1986) Philip Roth - en El oficio:un escritor,sus colegas y sus obras- dice que es el autor de "...los cuatro o cinco mejores relatos cortos norteamericanos que he leído (ni leeré) nunca."
Y Bernard Malamud en la entrevista que le hizo Daniel Stern para The Paris Review en 1975 (Acantilado) añade varios aspectos sobre sí mismo que ayudan a abocetar una autobiografía de urgencia:
...Las películas estimulaban mi imaginación. Como escritor aprendí mucho de Charlie Chaplin.P.: ¿Qué aprendió de Chaplin en concreto?R.: Digamos que el ritmo, la energía de la comedia, la discreta presencia de lo cómico, ese genial distanciamiento...,la combinación de lo cómico con lo melancólico, el efecto sorpresa.
[sobre haber escrito y trabajado como profesor durante 35 años]Uno aprende de lo que enseña y de aquellos a quienes enseña. En 1942 conocí a mi mujer y nos casamos en 1945....se puede enseñar a escribir a quien tiene talentoEl secreto es crear tiempo -no robarlo- y producir ficciónP.:¿La humanidad? ¿Insinúa con eso que el arte es moral?R.:(...) La moralidad empieza por reconocer el carácter sagrado de la vida propia -y por tanto, de las de los demás, incluso la de Hitler-y tomar conciencia del privilegio de estar en este cosmos prodigioso, preguntándonos por qué gozamos de dicho privilegio. El arte en esencia, celebra la vida y nos da nuestra medida como seres humanos.R.:Yo soy estadounidense y judío. Y escribo para todo el mundo...escribo sobre judíos -cuando lo hago- porque estimulan mi imaginación: sé algo de su historia, sus experiencias, sus creencias y su literatura......estoy influenciado por la Biblia, por ambos Testamentos......como autor me han influido más Hawthorne, James, Twain, y Hemingway que Sholem Aleijem e I.L Peretz...también autores a los que admiro mucho, como Dostoievski o Chéjov, por ejemplo....P.:Volvamos a Fidelman. Parece que le gusta escribir sobre pintores.R.:Conozco a unos cuantos. Me gusta mucho la pintura.P.:¿Rembrandt y quién más?R.:Demasiados como para enumerarlos, pero entre los modernistas me gustan mucho Cézanne, Monet, y Matisse.
Lluvia de primavera , 1942, no es uno de los cuentos que cita Philip Roth en su relato de la amistad con Malamud pero la sencillez aparente no impide que quede dentro y golpee de vez en cuando como las puertas mal cerradas a la menor ráfaga de aire. El Dependiente, su célebre segunda novela fue publicada en 1957. La entrevista para The Paris Review pidió a la revista posponerla hasta que cumpliera sesenta años.
George Fisher seguía despierto en la cama, pensando en el accidente que había visto en la calle Ciento Veintiuno. Un automóvil había a tropellado a un joven, y habían llevado al chico al drugstore de Broadway. El dependiente no pudo hacer nada por él, así que esperaron a la ambulancia. El joven estaba tendido en la mesa del dependiente, en la trastienda, con la mirada fija en el techo. Sabía que iba a morir.
A George la daba muchísima pena el joven, que parecía rondar los treinta años.La actitud estoica con que este se tomaba el accidente lo convenció de que era una persona de gran carácter. Sabía que no temía a la muerte y quería hablar con él y decirle que él tampoco tenía miedo a morir pero sus labios finos no llegaron a formar tales palabras.George se fue a casa ahogado en palabras no dichas.
-¿Quieres entrar un momento?
-No-dijo Paul- mañana tengo clase a las nueve.
-Entonces buenas noches -contestó Florence y cerró la puerta con fuerza.
Este es el primer chico decente con el que sale, y no puede conseguir nada con él, se dijo George. Florence es como su madre. No sabe manejar a la gente decente. George levantó la cabeza y miró a Beatie, como esperando que se despertara por lo fuertes que sonaban sus pensamientos, pero ella no se movió.
George tenía una de sus noches de insomnio. Le sucedía después de acabar de leer una novela interesante y se quedaba despierto imaginando que todas esas cosas le pasaban a él. Cuando se desvelaba George pensaba en cuanto le había sucedido durante el día, y decía las palabras que la gente veía en sus labios, pero que nunca le oía pronunciar. Le decía al joven moribundo:"Yo tampoco tengo miedo a morir". Le decía a la heroína de la novela: "Entiendes mi soledad. Puedo contarte estas cosas".Les decía a su mujer y a su hija lo que pensaba de ellas.
"Beatie -dijo- una vez me hiciste hablar, pero no fuiste tú. Fue el mar y la oscuridad, y el sonido del agua lamiendo las vigas del embarcadero. Todas esas cosas poéticas que dije acerca de lo solos que se sienten los hombres...las dije porque eras guapa, tenías el pelo rojo oscuro, y yo tenía miedo porque era un hombrecillo de labios finos, y me asustaba no poder conseguirte. Tú no me amabas, pero dijiste que sí por Riverside Drive y tu apartamento y tus dos abrigos de pieles y la gente que viene a casa a jugar al bridge y al mah-jong."
Le dijo a Florence:"Cómo me has decepcionado. Te quería cuando eras pequeña, pero ahora eres egoísta y mezquina. La última pizca de cariño que te tenía desapareció cuanudo no quisiste ir a la universidad. Lo mejor que has hecho en tu vida es traer a un chico instruido como Paul a casa, pero no creo que lo conserves."
George siguió hablando para sí hasta que la primera luz todavía gris del alba de abril se deslizó en la habitación y dibujó con más nitidez la silueta de Beatie, en la otra cama. Entonces George se volvió y durmió un rato.
Por la mañana, mientras desayunaban, le preguntó a Florence:
-¿Lo pasaste bien?
-Oh, déjame en paz -contestó Florence.
-Déjala en paz -dijo Beatie-.Ya sabes que por la mañana siempre anda de mal humor.
-No estoy de mal humor -replicó Florence, casi gritando-.Es Paul. Nunca me lleva a a ninguna parte.
-¿Qué hicisteis anoche? -preguntó Beatie.
-Lo mismo de siempre -contestó Florence-. Dimos un paseo. Ni siquiera consigo llevarlo al cine.
-¿Tiene dinero? -preguntó Beatie-. a lo mejor trabaja para poder ir a la universidad.
-No -dijo Florence-, tiene dinero. Su padre es un hombre de negocios importante. Oh, ¿y de qué me sirve? Nunca consigo que me lleve a ninguna parte.
-Ten paciencia -le dijo Beatie-.La próxima vez tu padre o yo se lo sugeriremos.
-Conmigo no cuentes -advirtió George.
-Me da igual -contestó Beatie-, ya se lo diré yo.
George se tomó el café y se marchó.
Cuando llegó a casa a la hora de la cena, había una nota para él que decía que Beatie tenía que ir a Forests Hills a jugar al bridge y Florence había quedado con una amiga para ir al cine. La doncella le sirvió la cena y luego George se fue a la sala de estar a leer ,los periódicos y escuchar las noticias de la guerra.
Sonó el timbre. George se levantó y llamó a la doncella, que venía de su habitación para que abriera.Era Paul;llevaba un sombrero viejo y un impermeable mojado sobre los hombros.
George se alegró de que Florence Y Beatie no estuvieran.
-Entra, Paul. ¿Está lloviendo?
-Llovizna.
Paul entró sin quitarse el impermeable.
-¿Dónde está Florence? -preguntó.
-Ha ido al cine con una amiga. Su madre está jugando a bridge o al mah-jong no sé dónde. ¿Sabía Florence que ibas a venir?
-No, no lo sabía.
Paul parecía decepcionado. Se encaminó hacia la puerta.
-Bueno, lo siento -dijo George, con la esperanza de que el chico se quedara.
Cuando Paul llegó a la puerta se volvió.
-Señor Fisher.
-Sí -dijo George.
-¿Está ocupado en este momento?
-No.
-¿Le gustaría dar un paseo conmigo?
-¿No has dicho que estaba lloviendo?
-No es más que lluvia de primavera -contestó Paul-.Póngase el impermeable y un sombrero viejo.
-Sí -dijo George-, un paseo me irá bien.
Fue a su habitación a por un par de zapatos de suela de goma. Mientras se los ponía, sintió cierta emoción,pero no pensó en ello. Se puso el impermeable negro y el sombrero del año anterior.
Nada más poner el pie en la calle y sentir la fría niebla en la cara, George sintió que aquella emoción le recorría el cuerpo. Cruzaron la calle, pasaron junto a la tumba de Grant y se dirigieron hacia el puente de George Washington.
En el cielo flotaba una niebla blanca que se aferraba a las farolas. Un viento húmedo cruzaba el oscuro Hudson procedente de Nueva Jersey, impregnado del olor de la primavera. A veces el viento le metía a George la fría niebla en los ojos y le daba una sacudida, como si fuera electricidad. Caminaba a largas zancadas para no quedarse rezagado, y en el fondo disfrutaba de aquello. Le entraron ganas de llorar, pero no quiso que Paul se diera cuenta.
Paul estaba hablando. Le contaba historias de sus profesores de Columbia y George se reía. Entonces Paul sorprendió a George al decirle que estudiaba arquitectura. Señaló diversos detalles de las casas junto a las que pasaban y cuál era su origen. George estaba muy interesado. Siempre le gustaba saber de dónde procedían las cosas.
Aminoraron el paso, esperando que el tráfico se detuviera, volvieron a cruzar Riverside Drive, anduvieron hasta Broadway y entraron en una taberna. Paul pidió un sandwich y una cerveza, y George lo mismo. Hablaron de la guerra; luego George pidió dos cervezas más y comenzaron a hablar de la gente. George le contó al muchacho la historia del joven que había muerto en el drugstore. Sintió una extraña felicidad al ver como aquella historia afectaba a Paul.
Alguien echo una moneda en la máquina de discos y sonó un tango. El tango aumentó la satisfacción de George, que pensó en lo poco que le había costado hablar.
Paul se había quedado callado. Bebió un poco de cerveza y comenzó a hablar de Florence.George estaba incómodo y un poco asustado. Temía que el muchacho le contara algo que no quisiera saber y dejara de pasarlo bien.
-Florence es muy guapa, con ese pelo rojo -dijo Paul como si hablara solo.
George no contestó.
-Señor Fisher -continuó Paul., bajando el vaso y levantando la mirada-, hay algo que quiero que sepa.
-¿Yo?
-Señor Fisher -dijo Paul con mucha seriedad-, Florence está enamorada de mí.Me lo ha dicho.Yo quiero amarla porque me siento solo, pero no sé...soy incapaz de amarla.No consigo comunicarme con ella. No es como usted. Paseamos por Riverside Drive y soy incapaz de comunicarme con ella. Luego dice que soy un gruñón y quiere ir al cine.
George sintió que el corazón le latía con fuerza. Tuvo la impresión de estar oyendo secretos que en realidad no lo eran, porque ,los conocía de toda la vida. Quiso hablar, decirle a Paul que era como él. Quiso decirle lo solo que se había sentido siempre, y que por las noches se quedaba despierto soñando y pensando hasta que la mañana gris se filtraba en la habitación. Pero no lo hizo.
-Sé a qué te refieres, Paul-dijo.
Volvieron a casa bajo la lluvia que ahora caía con fuerza.
Cuando George entró en casa, vio que tanto Beatie como Florence se habían acostado. Se quitó los zapatos de suela de goma y colgó el sombrero y el impermeable mojados en el cuarto de baño. Se calzó las zapatillas,pero decidió no desvestirse porque no tenía ganas de dormir. Se dio cuenta de que lo embargaba una gran emoción.
Puso la radio y sintonizó una pieza de jazz, bajito. Encendió un cigarro y apagó las luces. Durante un rato se quedó a oscuras, escuchando la música suave. Luego se dirigió a la ventana y apartó la cortina.
La lluvia de primavera caía por todas partes. Sobre la oscura superficie de la costa de Jersey. Sobre la corriente del río. Al otro lado de la calle la lluvia murmuraba sobre las hojas de los altos arces, mojados a la luz de las farolas, que se mecían con el viento.El viento soplaba y la lluvia caía con fuerza y violencia contra la ventana, y George sintió lágrimas en las mejillas.
Una inmensa necesidad de palabras surgió en su interior.Quiso hablar.Quería decir cosas que nunca había dicho. quería decirles que acababa de descubrir cómo era en realidad, y que nunca volvería a quedarse callado, sin saber qué decir. De nuevo poseía el mundo y lo amaba. Amaba a Paul, amaba a Florence y amaba al joven que había muerto.
Debo decírselo. pensó. Abrió la puerta de la habitación de Florence, que dormía. Oyó su serena respiración.
-Florence -la llamó en voz baja-,Florence.
Ella se despertó al instante.
-¿Qué ocurre? -susurró.
Las palabras se agolparon en los labios de George.
-Paul, Paul ha estado aquí.
Florence se incorporó apoyándose en un codo, con el pelo cayéndole sobre el hombro.
-¿Paul?¿Y qué ha dicho?
George intentó hablar, pero de repente las palabras se le pegaban a la boca. Nunca podría contarle a Florence lo que Paul le había dicho. Se le clavó en el pecho una sensación de lástima por ella.
-No dijo nada tartamudeó-.Caminamos...Fuimos a dar un paseo.
Florence suspiró y volvió a echarse. El viento lanzaba la lluvia de primavera contra las ventanas y escucharon el ruido que hacía al caer en la calle.
Spring rain,escrito en 1942
Bernard Malamud, Cuentos reunidos, Austral,2015
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