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Dentro del panorama gris y aislado de la España de posguerra,hubo algunas tentativas para integrase en las corrientes de vanguardia con centro en París. Una, fue la creación de la Escuela de Altamira que reunió en Santander y Madrid las inquietudes de artistas plásticos y poetas.
Otra, la creación, en 1948 en Barcelona, del grupo Dau al Set, en torno a la revista de nombre imposible, dadaísta ideado por el poeta Joan Brossa y uno de cuyos integrantes era el pintor Antoni Tapies.
En 1957 se crea, El Paso, grupo cuyo manifiesto propone la necesidad de que el arte español se integre en el arte contemporáneo dentro de un compromiso con la sociedad de su tiempo y la necesidad de abrirse a un arte no figurativo.Cada componente del grupo tiene su propio estilo y tendencia, dentro del informalismo, pero en todos van a influir los viajes ,a París preferentemente, donde trabajan Dubuffet, Mathieu, Stael...y también el conocimiento del expresionismo abstracto americano de Pollock, Rothko, De Kooning...
Entre los fundadores de El Paso están Manolo Millares, Rafael Canogar, Luis Feito, Antonio Saura...
Manolo MILLARES, Las Palmas de Gran Canaria, 1926- Madrid, 1972.En sus inicios busca inspiración en los restos culturales guanches, la población de origen bereber que habitaba las islas cuando a principios del siglo XV fueron ofrecidas en vasallaje por unos caballeros franceses a la Corona de Castilla.
Hacia 1949 la pintura de Millares deriva hacia el surrealismo con influencias de Miró,pero acabará decantándose por un informalismo en que los materiales construyen la representación; arpilleras, cuerdas, zurcidos, espesas capas de pintura de colorido limitado y herrumbroso son los elementos de que se sirve para crear imágenes intensamente dramáticas que aluden al desgarro humano sin nombrarlo.
En la obra de Millares el informalismo expresionista y matérico, austero y despojado , hace de las arpilleras un material personal que manipula para dotarlas de una elocuencia plástica sorprendente; cosidas, desgarradas, perforadas, buscando la tercera dimensión, no fingida de la pintura tradicional,sino realizada a través de rotos, rasgados que conducen a un fondo no virtual; construye drapeados toscos cubiertos de pintura chorreada como cordilleras fragmentadas o huesos deformados hasta convertir las superficies en hechos tridimensionales de radical intensidad.
Las cuerdas tensadas, los bordes deshilachados, la aspereza..., todo es voz y gesto que interpela al contemplador.Su obra, reconocida por la crítica y un público ilustrado y minoritario, entonces, está representada en museos de arte contemporáneo de Madrid, París, Nueva York.....
Rafael Alberti, antes de decidirse por la poesía pensó en dedicarse a la pintura y es un gran conocedor del lenguaje plástico como se refleja en su poemario A la pintura que dedica a grandes pintores: el Bosco, Rembrandt, Rubens, Cézanne, Picasso, Tapies... .
En los versos para Manolo Millares, el poeta va desgajando cada uno de los aspectos que definen la creación del artista canario y transforma el lenguaje plástico de las formas de Millares en el lenguaje verbal del poema.
Millares 1965
En Roma o en París,
Nueva York, Buenos Aires, Madrid, Calcuta,
El Cairo…
en tantísimas partes todavía,
hay arpilleras rotas,
destrozados zapatos adheridos al hueso,
muñones, restos duros,
basuras calcinadas,
hoyas profundas, secos
mundos de preteridos oxidados,
de coagulada sangre,
piel humana raída como lava difunta,
rugosidades trágicas, signos que acusan,
gritan,
aunque no tengan boca,
callados alaridos que lastiman
tanto como el silencio.
¿De dónde estos escombros,
estos mancos derrumbes,
agujeros en trance de aún ser más
agrandados,
lentas tiras de tramas desgarradas,
cuajados amasijos, polvaredas de tiza,
rojos lacre, de dónde?
¿Qué va a saltar de aquí, qué a suceder,
qué a reventar de estos violentos espantajos,
qué a tumbar esta ciega, andrajosa corambre
cuando rompa sus hilos, haga morder de
súbito
sus abiertas costuras, ilumine sus negros,
sus minios y sus calcios de un resplandor
rasante,
capaz de hacer parir la más nueva hermosura?
Ah, pero mientras tanto,
un “No toquéis, peligro de muerte” acecha
oculto
bajo tanta zurcida realidad desflecada.
Guardad, guardad la mano,
no avancéis ningún dedo los pulidos de uñas.
Ratas, no os atreváis por estos albañales.
Lívidos de la usura, pálidos de la nada,
atrás, atrás, ni un paso por aquí, ni el intento
de arriesgar una huella, ni el indicio de un ojo.
Corre un temblor eléctrico capaz de fulminaros
y una luz y una luz y una luz subterránea
que está amasando el rostro de tan tristes derribos.
Roma, 1965
Alberti
En Roma o en París,
Nueva York, Buenos Aires, Madrid, Calcuta,
El Cairo…
en tantísimas partes todavía,
hay arpilleras rotas,
destrozados zapatos adheridos al hueso,
muñones, restos duros,
basuras calcinadas,
hoyas profundas, secos
mundos de preteridos oxidados,
de coagulada sangre,
piel humana raída como lava difunta,
rugosidades trágicas, signos que acusan,
gritan,
aunque no tengan boca,
callados alaridos que lastiman
tanto como el silencio.
¿De dónde estos escombros,
estos mancos derrumbes,
agujeros en trance de aún ser más
agrandados,
lentas tiras de tramas desgarradas,
cuajados amasijos, polvaredas de tiza,
rojos lacre, de dónde?
¿Qué va a saltar de aquí, qué a suceder,
qué a reventar de estos violentos espantajos,
qué a tumbar esta ciega, andrajosa corambre
cuando rompa sus hilos, haga morder de
súbito
sus abiertas costuras, ilumine sus negros,
sus minios y sus calcios de un resplandor
rasante,
capaz de hacer parir la más nueva hermosura?
Ah, pero mientras tanto,
un “No toquéis, peligro de muerte” acecha
oculto
bajo tanta zurcida realidad desflecada.
Guardad, guardad la mano,
no avancéis ningún dedo los pulidos de uñas.
Ratas, no os atreváis por estos albañales.
Lívidos de la usura, pálidos de la nada,
atrás, atrás, ni un paso por aquí, ni el intento
de arriesgar una huella, ni el indicio de un ojo.
Corre un temblor eléctrico capaz de fulminaros
y una luz y una luz y una luz subterránea
que está amasando el rostro de tan tristes derribos.
Roma, 1965
Alberti