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(continuación y final)
- Así que allí estábamos los dos. ¿Pero que iba a hacer con ella? No tengo más que una cama. Yo no bebo -me lo han prohibido-, pero un amigo me había regalado una botella de coñac y tenía también algunas galletas duras.Le di una copa y una galleta. El licor pareció reanimarla.
-¿Vive usted en este edificio, señora?- le pregunté.
-No-me dijo-. Vivo en el boulevard Ujazdowskie.
-Se notaba que era una aristócrata. Hablando, hablando descubrí que era una condesa, viuda, y que en el edificio vivía su amante, un hombre salvaje que tenía un cachorro de león como animal de compañía.También el pertenecía a la nobleza, pero era un degenerado. Había estado ya un año en prisión por intento de asesinato. Él no podía ir a visitarla porque ella vivía en casa de su suegra, así que era ella la que iba a verle.Esa noche, en un ataque de celos, él le había pegado y le había puesto un revólver en la sien. En resumen, ella había logrado coger su abrigo y escapar del apartamento. Había llamado a las puertas de todos los vecinos, pero ninguno la había dejado entrar, y por eso se había dirigido al ático.
-Señora- le dije, es muy probable que su amante la esté buscando aún. Supongamos que la encuentra. Yo ya no soy lo que podríamos llamar un caballero.
-No se atreverá a armar un alboroto -dijo- .Está en libertad condicional. Yo he terminado con él para siempre. Tenga compasión...por favor, no me eche a la calle a medianoche.
-¿Cómo va a arreglárselas para ir a su casa mañana?- le pregunté.
-No lo sé -dijo-. De todas formas, estoy cansada de vivir, pero no quiero que sea él el que ponga fin a mi vida.
-Bueno, de cualquier modo no podré dormir -dije-. Échese en mi cama y yo descansaré en esta silla.
-No. Eso no puedo aceptarlo. Usted ya no es joven y no tiene buen aspecto. Por favor, acuéstese, yo me sentaré aquí.
-Pasamos tanto tiempo discutiendo que al final decidimos acostarnos juntos. "No tiene nada que temer de mí", le aseguré. "Soy viejo e impotente." Ella pareció estar totalmente convencida.
-¿Qué estaba yo diciendo? Ah, sí, de repente me encontré en la cama con una condesa cuyo amante podía echar abajo la puerta en cualquier momento. Eché sobre nosotros las dos mantas que tengo, aunque no me molesté en volver a formar el capullo de trapos y papeles que normalmente hago. Estaba tan nervioso que no volví a acordarme del frío. Además, la sentía muy cerca de mí. De su cuerpo emanaba una extraña sensación de calor, distinta a cualquier otra que hubiera sentido jamás...o sería quizá que lo había olvidado.¿Estaría mi adversario intentando una nueva estrategia? En los últimos años ya no jugaba conmigo en serio. Sabe, existe lo que llamamos ajedrez humorístico. Me han contado que Nimzowitsch solía gastar bromas a sus compañeros de juego. En los viejos tiempos se conocía a Morphy como el bromista del ajedrez. "Una buena jugada", le dije a mi adversario, "una obra de arte". Al decir esto me di cuenta de que sabía quién era su amante. Me había cruzado con él en la escalera: un gigante con cara de asesino. Qué final tan gracioso para Jacques Kohn...morir a mano de un Otelo polaco
-Empecé a reírme y ella rió conmigo. La abracé, manteniéndola muy cerca de mí. Ella no opuso resistencia. De repente se produjo un milagro. ¡Volví a ser un hombre! Una vez, un jueves por la tarde, me encontraba yo cerca de un matadero de un pequeño pueblo y vi como un toro y una vaca copulaban antes de ser sacrificados para el Sábado[shabat]. Por qué lo permitió ella, nunca lo sabré. A lo mejor fue una forma de vengarse de su amante. Me besó y me susurró palabras cariñosas. Luego oímos unos fuertes pasos. Alguien golpeó la puerta con el puño. Mi chica se tiró rodando de la cama y se quedó echada en el suelo. Yo quería recitar la oración de los muertos, pero estaba avergonzado ante Dios, y no tanto ante Dios como ante mi adversario burlón. ¿Por qué iba a darle otra satisfacción más? Hasta los melodramas tienen un límite.
-El bruto seguía golpeando la puerta, y lo que me extrañaba era que ésta no cediera. Le daba patadas.La puerta crujía, pero aguantaba. Yo estaba aterrorizado, pero una parte de mi ser no podía contener la risa. Luego se acabó el alboroto. Otelo se había marchado.
-A la mañana siguiente llevé la pulsera de la condesa a una casa de empeño. Con el dinero que me dieron, compré a mi heroína un vestido, ropa interior y unos zapatos. Ni el vestido ni los zapatos le quedaban bien, pero todo lo que tenía que hacer era coger un taxi...siempre y cuando, naturalmente, su amante no estuviera esperándola en la escalera. Será curioso, pero el hombre desapareció esa noche y nunca más volvió a aparecer.
-Al marcharse me dio un beso y me pidió que la llamara, pero no estoy tan loco. Como dice el Talmud."No todos los días ocurre un milagro."
-Y sabe usted, Kafka, a pesar de lo joven que era, estaba poseído por las mismas inhibiciones que me atormentaban a mí en la vejez. Le estorbaban todo lo que hacía, tanto en lo relativo al sexo como a su obra. Deseaba el amor y huía de él. Escribía una frase e inmediatamente la tachaba.También Otto Weininger era así, un loco y un genio. Yo le conocí en Viena, lanzaba aforismos y paradojas. Nunca olvidaré uno de sus dichos: "Dios no creó las chinches." Es preciso conocer Viena para entender el significado de estas palabras. Pero si esto era así ¿quién creó las chinches?
-¡Mire, ahí está Bamberg! Observe cómo se contonea con las piernas tan cortas que tiene, un cadáver que se resiste a descansar en su tumba. No sería mala idea fundar un club de cadáveres insomnes.¿Por qué pasa la noche entera de aquí para allá? ¿Qué bien pueden hacerle los cabarés? Los médicos le desahuciaron hace ya años, cuando aún estábamos en Berlín.No es que eso le quitara de estar sentado en el café Romanisches hasta las cuatro de la mañana, hablando con las prostitutas. Una vez, Granat, el actor, anunció que iba a dar una fiesta -una orgía de verdad- en su casa, y entre otros invitó a Bamberg. Granat pidió a todos los hombres que llevaran una mujer, fuera su esposa o una amiga. Pero Bamberg no tenía ni mujer ni amante, así que pagó a una ramera para que le acompañara.Tuvo que comprarle un vestido de noche para la ocasión. El grupo de invitados estaba compuesto exclusivamente por escritores, catedráticos, filósofos y los habituales parásitos intelectuales. A todos se les ocurrió la misma idea que a Bamberg, pagar a una prostituta. Yo también estuve allí. Me acompañó una actriz de Praga que conocía desde hacía mucho tiempo. ¿Conoce usted a Granat? Es un salvaje. Bebe coñac como si fuera agua de Seltz y es capaz de comerse una tortilla de diez huevos. Tan pronto como llegaron los invitados, se desnudó y empezó a bailar alocadamente con las prostitutas, sólo para impresionar a sus invitados intelectuales.Al principio los intelectuales se quedaron sentados, mirando. Después de un rato empezaron a hablar de sexo...que si Schopenhauer dijo esto, Nietzsche aquello.Cualquiera que no lo hubiera presenciado, no sería capaz de imaginar lo ridículos que pueden ser esos genios. En medio de todo, Bamberg se encontró indispuesto. Se puso verde como la hierba y empezó a sudar. "Jacques", me dijo,"Me ha llegado el fin. Bonito lugar par morir".Le había dado un cólico nefrítico o biliar. Le saqué de allí medio a rastras y le llevé a un hospital. A propósito, ¿podría prestarme un zloty?
-Dos
-¡Cómo es posible! ¿Ha asaltado el Banco Polski?
-He vendido un relato.
-Enhorabuena. Cenemos juntos. Será mi invitado.
2
Mientras cenábamos, Bamberg se acercó a nuestra mesa.Era un hombre de baja estatura, demacrado como un tuberculoso, encorvado y patizambo. Llevaba zapatos de charol con medias calzas. Unos pelillos canosos brotaban de su cráneo puntiagudo. Tenía un ojo más grande que el otro...rojo, saltón, asustado ante su propia visión. Apoyó sus manos pequeñas y huesudas en nuestra mesa y dijo con su voz aguda:
-Jacques, ayer leí El Castillo de tu amigo Kafka. Interesante, muy interesante. ¿Pero qué pretende? Es demasiado largo para ser un sueño. Las alegorías deberían ser cortas.
Jacques Kohn se apresuró a tragar la comida que estaba masticando y dijo:
-Siéntate. Un maestro no tiene que seguir las reglas.
-Hay algunas reglas que hasta un maestro debería seguir. Ninguna novela debería ser más larga que Guerra y Paz. Hasta Guerra y Paz es demasiado larga. Si la Biblia constara de dieciocho volúmenes, haría mucho tiempo ya que se habría olvidado.
El Talmud tiene treinta y seis volúmenes y los judíos no lo han olvidado.
- Los judíos recuerdan demasiadas cosas, ésa es nuestra desgracia. Hace dos mil años que nos echaron de Tierra Santa y ahora estamos intentando regresar. Una locura ¿no es verdad? Si nuestra literatura fuera capaz de reflejar esa locura, sería grandiosa. Pero nuestra literatura es preferentemente cuerda. Bueno, vamos a dejarlo.
Bamberg se enderezó, frunciendo el entrecejo a causa del esfuerzo. Arrastrando los pies y con pasos cortos se alejo de la mesa. Fue hacia el gramófono y puso un disco para bailar. Todo el mundo sabía en el club de escritores que llevaba años sin escribir palabra. A la vejez estaba aprendiendo a bailar, influido por la filosofía de su amigo el doctor Mitzkin, autor de Entropía de la Razón. En ese libro el doctor Mitzkin intentaba demostrar que el intelecto humano está acabado y que la verdadera sabiduría sólo puede alcanzarse a través de la pasión.
Jacques Kohn movió la cabeza.
-Medio metro de Hamlet.Kafka tenía miedo de convertirse en otro Bamberg, por eso se destruyó a sí mismo.
-¿Le llamó alguna vez la condesa? -le pregunté
Jacques Kohn sacó el monóculo del bolsillo y lo colocó en su sitio.
-¿Y qué si lo hizo? en mi vida todo se vuelve palabras. Todo es hablar y hablar.Ésa es precisamente la filosofía del doctor Mitzkin...el hombre terminará siendo una fábrica de fabricar palabras. Comerá palabras, beberá palabras, se casará con palabras y se envenenará con palabras. Ahora que lo pienso, el doctor Mitzkin también estuvo presente en la orgía de Granat. Fue a practicar lo que predicaba, pero igual podía haber escrito La entropía de la pasión. Sí, la condesa me llama de vez en cuando. Ella también es una intelectual, pero sin intelecto. La verdad es que aunque las mujeres hacen todo lo posible por develar los encantos de sus cuerpos, saben tan poco del significado del sexo como del intelecto.
-Piense por ejemplo en Madame Tschissik. ¿Qué tuvo en toda su vida que no fuera su cuerpo? Sin embargo, pruebe a preguntarle lo que es realmente el cuerpo. Ahora es fea. Cuando era actriz en los días de Praga aún tenía algo. Vinimos a Praga a ganar un poco de dinero y nos encontramos con un genio que nos esperaba. Homo Sapiens torturándose a sí mismo en el más alto grado. Kafka quería ser un judío, pero no sabía cómo. Quería vivir, pero tampoco sabía cómo hacerlo. "Franz", le dije una vez, "eres un hombre joven. Haz lo que hacemos todos". Había un burdel en Praga que yo conocía y le convencí para que me acompañara. Él era aún virgen. Prefiero no hablar de la chica a la que estaba prometido. Estaba hundido hasta el cuello en el pantano burgués. Los judíos que formaban su círculo tenían un ideal: hacerse gentiles, y no gentiles checos, sino gentiles alemanes.En resumen, le persuadí para
que viviera conmigo esa aventura. Lo conduje a un oscuro callejón de la antigua judería y allí estaba el burdel. Subimos las sinuosas escaleras.Abrí la puerta y aquello parecía el escenario de un teatro: las prostitutas, los chulos, los clientes, la patrona. Nunca olvidaré ese momento. Kafka empezó a temblar y me tiró de la manga. Luego dio media vuelta y bajó las escaleras tan deprisa que temí que fuera a romperse una pierna.Una vez en la calle se detuvo y vomitó como un colegial.De vuelta a casa pasamos por una sinagoga y Kafka empezó a hablar del golem. Kafka creía en el golem, y pensaba incluso que el futuro podía depararnos otro. Debe haber palabras mágicas capaces de convertir un trozo de arcilla en un ser humano. ¿Acaso no dice la cábala que dios creó el mundo pronunciando unas santas palabras? Al principio fue el Verbo.
-Sí, todo no es más que una gran partida de ajedrez.Toda mi vida he tenido miedo a la muerte, pero ahora que estoy en el umbral de la tumba he dejado de temerla. Está claro, mi adversario quiere jugar lentamente. Me irá arrebatando las piezas una a una. Primero me despojó de mi atractivo de actor y me convirtió supuestamente en un escritor. Tan pronto como hubo hecho esto, me dio el bloqueo típico del escritor. La segunda jugada fue dejarme impotente. Aun así, sé que todavía le falta mucho para darme jaque mate y eso me fortalece. Si hace frío en mi habitación...pues que haga frío. Si no ceno...pues no voy a morirme por eso. Él me hace sabotaje y yo se lo hago a él.Hace algún tiempo volvía yo a casa tarde. Estaba helado y de repente me di cuenta de que había perdido la llave. Desperté al portero, pero no tenía una copia. Apestaba a vodka y su perro me mordió el pie. En otros tiempos me habría desesperado, pero esta vez le dije a mi adversario: "Si quieres que coja una pulmonía, a mí me a lo mismo." Salí de la casa y decidí ir a la estación de Viena. El viento casi me arrastra. A aquellas horas de la noche tendría que estar esperando el tranvía al menos tres cuartos de hora. Pasé por el sindicato de actores y vi luz en una ventana. Decidí entrar. A lo mejor podía pasar allí la noche. Al subir los escalones , mi pie chocó con algo y oí un sonido metálico. Me agaché y cogí una llave ¡Era la mía! La probabilidad de encontrar una llave a oscuras en esa escalera es una entre mil millones, pero al parecer mi oponente tenía miedo de que yo pudiera abandonar al fantasma antes de que él estuviera preparado. ¿Fatalismo? Llámele fatalismo si quiere.
Jacques Kohn se levantó y se excusó para hacer una llamada telefónica. Yo me quedé sentado viendo cómo a Bamberg le temblaban las piernas mientras bailaba con una dama del mundo de las letras. Tenía los ojos cerrados y la cabeza reclinada sobre el pecho de la señora como si se tratara de una almohada. Parecía estar bailando y durmiendo a la vez. Jacques Kohn tardó mucho tiempo...mucho más de lo que normalmente se trata en hacer una llamada telefónica. Cuando volvió le brillaba el monóculo que llevaba en el ojo. Me dijo:
-Adivine quién está en la otra habitación. ¡Madame Tchissik! El gran amor de Kafka.
-¿De verdad?
-Le he hablado de usted. Venga quiero presentársela.
-No.
-¿Por qué no? Merece la pena conocer a una mujer que fue amada por Kafka.
-No me interesa.
-Es usted un tímido, eso es lo que pasa. Kafka también era tímido...tan tímido como un estudiante de una yeshiva.Yo no he sido nunca tímido y quizá sea esa la razón por la que nunca he llegado a nada. Querido amigo, necesito veinte groschen más para los porteros, diez para el de este edificio y diez para el del mío. Sin dinero no puedo volver a casa.
Saqué un poco de cambio del bolsillo y se lo di.
-¿Tanto? No cabe duda de que hoy ha atracado un banco. ¡Cuarenta y seis groschen! ¡Así, sin más! Bueno, si Dios existe, le recompensará. Y si no existe ¿quién está haciendo todas estas jugadas a Jacques Kohn?
Primera parte del post: i-b-singer-y-el-amigo-de-kafka
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Editorial CATEDRA, colección Letras Universales. Un amigo de Kafka y otros relatos; 470 páginas, 22 relatos y se completa con un Glosario de términos judíos y yiddish que favorece la lectura.
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