(Continuación del post anterior:Entrevista de Roberto Bolaño con Mónica Maristain para el Playboy mexicano, 2003)
P.: ¿No cree que si se hubiera emborrachado con Isabel Allende y Ángeles Mastretta otro sería su parecer acerca de sus libros?
R.: No lo creo. Primero porque esas señoras evitan beber con alguien como yo. Segundo, porque yo ya no bebo. Tercero, porque ni en mis peores borracheras he perdido cierta lucidez mínima, un sentido de la prosodia y del ritmo, un cierto rechazo ante el plagio, la mediocridad o el silencio.
P.: Cuál es la diferencia entre una escribidora y una escritora?
R.: Una escritora es Silvina Ocampo. Una escribidora Marcela Serrano. Los años luz que median entre una y otra.
P.: ¿Quién le hizo creer que es mejor poeta que narrador?
R.: La gradación del rubor que siento cuando, por casualidad, abro un libro mío de poesía o uno de prosa. Me ruboriza menos el de poesía.[-]
P.: ¿Por qué le gusta llevar siempre la contraria?
R.: Yo nunca llevo la contraria.
P.: ¿Usted tiene más amigos o enemigos?
R.: Tengo suficientes amigos y enemigos, todos gratuitos.
P.: ¿Quiénes son sus amigos entrañables?
R.: Mi mejor amigo fue el poeta Mario Santiago, que murió en 1998. Actualmente tres de mis mejores amigos son Ignacio Echevarría y Rodrigo Fresán y A. G. Porta.[-]
P.: ¿Enrique Lihn, Jorge Teillier o Nicanor Parra.
R.: Nicanor Parra por encima de todos, incluidos Pablo Neruda y Vicente Huidobro y Gabriela Mistral.
P.: ¿Eugenio Montale, T.S. Eliot o Xavier Villaurrutia?
R.: Montale. si en lugar de Eliot estuviera James Joyce, pues Joyce. Si en lugar de Eliot estuviera Ezra Pound, sin duda Pound.
P.: ¿John Lennon, Lady Di o Elvis Presley?
R.: The Pogues. O Suicide. O Bob Dylan. Pero, bueno, no nos hagamos los remilgados: Elvis forever. Elvis con chapa de sheriff conduciendo un Mustang y atiborrándose de pastillas, y con su voz de oro.
P.: ¿Quién lee más, usted o Rodrigo Fresán?
R.: Depende. El Oeste es para Rodrigo. El este para mí. Luego nos contamos los libros de nuestras correspondientes áreas y parece que lo hubiéramos leído todo.
P.: ¿Cuál es el mejor poema de Pablo Neruda según usted?
R.: Casi cualquiera de Residencia en la Tierra.[-]
P.: [qué hubiera dicho] ¿Y a Salvador Allende?
R.: Poco o nada. Los que tienen el poder (aunque sea por poco tiempo) no saben nada de literatura, sólo les interesa el poder. Y yo puedo ser el payaso de mis lectores, si me da la real gana, pero nunca de los poderosos. Suena un poco melodramático. Suena a declaración de puta honrada. Pero, en fin, así es.
P.: ¿Y a Vicente Huidobro?
R.: Huidobro me aburre un poco. Demasiado tralalí alalí, demasiado paracaidista que desciende cantando como un tirolés. Son mejores los paracaidistas que descienden envueltos en llamas o, ya de plano, aquelllos a los que no se les abre el paracaidas.
P.: ¿Octavio Paz sigue siendo el enemigo?
R.: Para mí, ciertamente, no. No sé qué pensarán los poetas que durante esa época, cuando yo viví en México, escribían como sus clones. Hace mucho que no sé nada de la poesía mexicana. Releo a José Juan Tablada y a Ramón López Velarde, incluso puedo recitar, si se tercia, a Sor Juana, pero no sé nada de lo que escriben los que, como yo, se acercan a los cincuenta años.
P.: ¿No le daría ese papel ahora a Carlos Fuentes?
R.: Hace mucho que no leo nada de Carlos Fuentes.[-]
P.: Era buen camarero o mejor vendedor de bisutería?
R.: El oficio en el que mejor me he desempeñado fue el de vigilante nocturno de un camping cerca de Barcelona. Nunca nadie robó mientras yo estuve allí. Impedí algunas peleas que hubieran podido terminar muy mal. Evité un linchamiento (aunque de buena gana, después, hubiera linchado o estrangulado yo mismo al tipo en cuetión).
P.: ¿Ha experimentado el hambre feroz, el frío que cala los huesos, el calor que deja sin aliento?
R.: como dice Vittorio Gassman en una película: modestamente, sí.
P.: ¿Ha robado algún libro que luego no le gustó?
R.: Nunca. Lo bueno de robar libros (y no cajas fuertes) es que uno puede examinar con detenimiento su contenido antes de perpetrar el delito.[-]
P.: ¿Ha visto alguna vez a la mujer más hermosa del mundo?
R.: Sí, cuando trabajaba en una tienda, allá por el año 84. La tienda estaba vacía y entró una mujer hindú. Parecía y tal vez fuera una princesa. Me compró algunos colgantes de bisutería. Yo, por descontado, estaba a punto de desmayarme. Tenía la piel cobriza, el pelo largo, rojo, y por lo demás era perfecta. La belleza intemporal. Cuando tuve que cobrarle me sentí muy avergonzado. Ella me sonrió como si me dijera que lo entendía y que no me preocupara. Luego desapareció y nunca más he vuelto a ver a alguien así. A veces tengo la impresión de que era la mismísima diosa Kali, patrona de los ladrones y de los orfebres, sólo que Kali también era la deidad de los asesinos, y esta hindú no sólo era la mujer más hermosa de la tierra sino que también parecía se una buena persona, muy dulce y considerada.[-]
P.: ¿Qué cosas recuerda de su niñez?
R.: Todo.No tengo mala memoria.[-]
P.: ¿Tenía una patineta?
R.: Mis padres cometiron el error de regalarme un par de patines cuando vivimos en Valparaíso, que es una ciudad de cerros. El resultado fue desastroso. Cada vez que me ponía los patines era como si me quisiera suicidar.
P.: ¿Cuál es su equipo de fútbol favorito?
R.: Ahora ninguno. Los que bajaron a segunda y luego, consecutivamente, a tercera y a regional, hasta desaparecer. Los equipos fantasmas.
P.:¿A qué personajes de la historia universal le hubiera gustado parecerse?
R.: A Sherlock Holmes. Al capitán Nemo. A Julien Sorel, nuestro padre, al príncipe Mishin, nuestro tío, a Alicia, nuestra profesora, a Houdini, que es una mezcla de Alicia, de Sorel y de Mishkin.[-]
P.: ¿Qué cosas debe a las mujeres de su vida?
R.: Muchísimo. El sentido del desafio y la apuesta alta. Y otras cosas que me callo por decoro.[-]
P.: ¿Qué cosas de todas las que le han dicho sus lectores en torno a sus libros lo han conmovido?
R.:Me conmueven los lectores a secas, los que aún se atreven a leer el Diccionario filosófico de Voltaire, que es una de las obras más amenas y modernas que conozco. Me conmueven los jóvenes de hierro que leen a Cortázar y a Parra, tal como los leí yo y como intento seguir leyéndolos. Me conmueven los jóvenes que se duermen con un libro debaqjo de la cabeza. Un libro es la mejor alnmohada que existe.
(
finaliza en el próximo post)
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